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FRANCISCO EL MORO VII: LA DISYUNTIVA Y LA GRAN DECISIÓN

Por: Germán Ramos González\r\n\r\nCapítulo 7\r\n\r\n El Pancho, se levantó un día de agosto, sumamente decidido, por la noche antes de dormir, había solucionado su vida –según él-, estaba a horas de hablar con Laura de su novia de la escuela Ana. Y así fue, inteligente y formal, como había sido en la secundaria y ya siendo un adolescente, tenía que hablar claro, sin rodeos, sin mentiras ni engaños.\r\n Citó a la chica de frente amplia y piel blanca, de sonrisa relumbrante, se verían esa tarde en el parque Hidalgo, allí El Moro le daría una noticia, que hasta ese momento ella no sabía. La hora llegó y el muchacho bañado y cambiado, enfiló al jardín. Desde lejos vio que Laura ya estaba en sentada en una banca, cuando se fue acercado, pudo apreciar su belleza, maquillada, su cabello lucia largo y estirado, su labios tenían un rojo carmesí brillante, sus ojos radiaban felicidad, llevaba tacones y su altura se había marcado. Se acercó casi con la boca abierta. Tímidamente la saludo, sin dejar de apreciar lo linda que se miraba. A punto estuvo de abrazarla y olvidar el argumento que llevaba horas repasando.\r\n “Laura, -dijo-, perdóname, en estas semanas que hemos estado saliendo juntos, donde todo ha sido felicidad y la hemos pasado muy bien, hay algo que no te he dicho. –La chica lo miró presintiendo algo-, Tengo una novia, se llama Ana, ella está de vacaciones en Chihuahua y pronto regresará a Tecate, no he tenido comunicación, pero somos novios, de verdad discúlpame por no haberte mencionado nada sobre esto”.\r\n Laura ya estaba a punto de las lágrimas, cuando Pancho afinó la voz para dar el cerrojazo final. \r\n “Lo nuestro ya no puede seguir, me gustas mucho, pero no quiero hacerle daño a nadie, mucho menos a ti, que tantos buenos momentos me has obsequiado y es mejor que hable claro, Ana vendrá y continuaré mi relación con ella, de verdad perdóname”.\r\n La jovencita, soltó unas lágrimas que corrieron por sus mejillas y dejaron marca en el rubor que llevaba puesto, pero levantó el rostro y se mordió el labio inferior, respiró profundo y le dio un abrazo muy fuerte a Francisco, cuando estuvo cerca de su oído, le susurró unas palabras que quedarían danzando de por vida en la mente del muchacho.\r\n “Pancho, no tienes porque pedirme perdón, eres muy valiente y agradezco que me lo hayas dicho ahora, verdaderamente reconozco que me lo digas, porque sé que al hacerlo estas siendo sincero, solo te diré, que te quiero mucho, que espero un día volver a vernos y estar juntos, cuídate mucho mi amor y sé feliz”. Se volteó y su armónica figura se alejó del Moro, quien se quedó parado hasta que la perdió de vista.\r\n Cual vaticinio, Ana volvió y continuaron su noviazgo, ambos entraron a la misma preparatoria, por lo que habrían de estudiar nuevamente juntos los tres siguientes años y seguramente su relación se afianzaría.\r\n No les tocó en el mismo salón del Cobach, pero el Pancho la esperaba por las mañanas para llegar juntos y a la salida también la acompañaba hasta su casa, así cotidianamente repetían el ritual, hablaban de la escuela de sus intereses y los planes para el futuro, en los que desde luego se miraban juntos, estaban muy enamorados, sus familias asentían el noviazgo, el chamaco era formalón y eso daba seguridad a los padres de Ana.\r\n Todo el curso de 3 años, ambos continuaron de la misma manera, pero llegó el tiempo de la graduación, era un paso más en la formación de ambos, pero un proceso que habría de marcar la historia de esta joven pareja que llegaron a hablar de matrimonio en ese tiempo. No se casaron, en pocas semanas la relación terminaría, el amor se había convertido en costumbre y no los llevaría a ninguna parte, lo sabían, poco a poco, ese entusiasmo que sentían al verse era menos, las palabras cariñosas de uno a otro eran casi nulas, ninguno se atrevía a definir que lo que un día fue un gran amor de juventud había llegado a su fin, tal vez no querían pensar en ello, porque la costumbre era más fuerte que el amor dejaron así las cosas, el tiempo y las circunstancias ayudarían a concluir con el noviazgo. \r\n Pancho entró a la universidad, tenía que viajar diariamente a Tijuana. Ana ya no continuó con sus estudios y entró a trabajar a una fábrica. Los horarios eran tan disparejos, que se veían muy poco, a veces los fines de semana, otros, como Pancho jugaba fútbol, tenía que ir a practicar y a los partidos, otras veces estudiaba para un examen y no podía ir a ver a Ana.\r\n El destino se estaba encargando de hacer su trabajo, el amor ya estaba perdido, ya no había nada que hacer y ninguno hacía algo para rescatarlo, lo estaban dejando morir. Tal vez otros intereses tenían y no era el de seguir juntos.\r\n Y efectivamente, Ana, empezó a hablar con un compañero de trabajo que le atraía, luego salía a dar pequeños paseos con él. El Moro no sabía eso, pero luego alguien le dijo y encaró a la muchacha, quien terminó por decirle que era verdad. Eso fue factor final para acabar con un noviazgo de más de 5 años. Ambos se despidieron y cada quien tomó su camino. Lo sabían de antemano, ya no había nada que hacer, desde meses antes.\r\n Esa fue la última vez que el Moro miró a Ana, ella habría de fallecer en un accidente en 1980, junto con su esposo y un hijo. El auto en el que viajaban de fue a un barranco en la carretera Tecate-Ensenada y nadie se salvó. Pancho supo, sufrió en silencio la tragedia, pero no fue a las honras fúnebres, desde antes ya había muerto para él.\r\n\r\nContinuará….\r\n\r\nEn estos capítulos conoceremos a El Moro, tal vez un personaje sin importancia, pero que tuvo algo que decirnos, será verdad, será fantasía, solo usted lo podrá decidir, siga a Francisco en sus fantásticas aventuras a través de: www.radartecatenews.com (Ubique los capítulos con la etiqueta: Francisco “El Moro”)\r\n\r\n

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