Ernesto Sosa Rocha
Corruptelas detrás del Hospital de La Rumorosa
Parte XIX
El Hospital de La Rumorosa experimento´ entre 1931 y 1935, cuando el General Agustín Olachea dirigía el Territorio Norte de la Baja California, un impulso inusitado. Durante este tiempo, se evidencio que la institución tendría que alojar un mínimo de 40 pacientes. Como parte de su plan de egresos, Olachea solicito a los diputados de la XXXIV Legislatura la autorización. necesaria para concluir el acondicionamiento del hospital. De inmediato el militar sudcaliforniano recibió el visto bueno y, por fin, el proyecto obtuvo el reconocimiento oficial. El régimen de Olachea se caracterizo´ por un rechazo abierto a los repatriados ¨sin dinero e indigentes¨ que arribaron a la frontera. El gobernador justifico´ estas opiniones con un discurso eugenesico, pues según sus palabras el Hospital de La Rumorosa era una institución como había otras, entre de las que destacaba la colonia penal de la Isla de Guadalupe.
En diciembre de 1935 apareció´ en la prensa de Mexicali, una protesta en contra de las anomalías ocurridas en el Hospital de La Rumorosa. Jose Castanedo, editor y principal periodista de la Revista Minerva, publico un controvertido desplegado donde criticaba ¨Las pésimas condiciones en que se encontraba el sanatorio¨, para luego protestar por su ¨cruel y criminal abandono¨. Minerva retrato dos imágenes de la carestía: los pacientes eran: ¨infelices enfermos de enajenación y de tuberculosis que para su mayor desgracia han sido recluidos en la sierra¨. Para la segunda, preguntándose por el significado de la institución, utilizo´ un juego de palabras: ¨no se puede decir que cosa sera´, y si se puede asegurar que nada es¨. Ni sanatorio, tampoco manicomio; el periodista no encontró las palabras para clasificarlo, a los ojos de un conservador como Jose Castanedo, la existencia del hospital represento un problema por si mismo, aunque los terrinorteños quedaron asombrados por la degradación descubierta, lo mas indigno resulto que el gobierno territorial lo permitiera. El autor luce mas preocupado por los agentes de la corrupción que por detener las corruptelas mismas.
Protestamos por la falta de alimentos adecuados, abrigos, cobijas, colchones y demas ropa propia de un establecimiento de esta naturaleza; quedando expuestos los enfermos a aumentar sus males, por el hambre y el frío riguroso que se siente en esta región elevada, o pereciendo antes de tiempo, asi como también por falta de doctor y medicinas, protestamos contra los robos de ropa y provisiones de boca, consumados durante el régimen Olacheista y descubiertos hasta ahora; ignorándose quien sera el ladrón o ladrones que hayan dispuesto de esas remesas o el destino se les haya dado, lo cual resultaría indebido, pues la cantidad fue hecha exclusivamente para el sanatorio de La Rumorosa.
Aunque la identidad del ladrón fue una incógnita, la nota periodística denuncio asuntos insospechables en el Territorio Norte de la Baja California. En la segunda parte del desplegado, Jose Castanedo solicito al Gobernador Gilberto Magaña investigar quienes fueron los culpables. También proporcionar ¨comida y ropa necesaria a los pacientes de dicha ¨institución¨, resulta interesante como el periodista entrecomillo´ la ultima palabra. En parte, esta acción denota de manera irónica el carácter informal del hospital.
Incluso articulo´ otras peticiones dirigidas a ¨las autoridades sanitarias del Territorio, para que se proceda al debido acondicionamiento de ese lugar de miseria y dolor humano¨. También solicito un medico ¨de planta¨, muebles, medicinas pero sobre todo ¨que se establezca una vigilancia estrecha y se atienda a los enfermos como debe atenderseles para su curación¨. Con cuatro años de fundado, el Hospital de La Rumorosa no curaba a los pacientes ni vigilaba la conducta de los empleados del mismo.
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