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LAS HISTÓRICAS 4 PRESENTACIONES DE THE DOORS EN UNA PEQUEÑA SALA DE MÉXICO

Ciudad de México.- Ciudad de México, 1969. En un pequeño club privado ubicado en la colonia Del Valle, en la esquina de avenida Insurgentes Sur y la calle de Ameyalco, aparece un cartel negro con la figura de Jim Morrison. Anuncia nada menos que cuatro fechas de conciertos del grupo de The Doors en aquel local con capacidad para mil personas conocido como Forum.

El solo anuncio de su presentación previno al gobierno mexicano. Había pasado menos de un año de la represión estudiantil del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y “desde entonces se había considerado prudente evitar que se produjeran grandes reuniones de jóvenes”, escribió el periodista Jerry Hopkins en la revista Rolling Stone de agosto de 1969, al narrar “la intriga” que rodeó los conciertos de The Doors en México.

Originalmente, el grupo integrado por Jim Morrison, Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore tenía previstas 5 presentaciones en la Plaza de Toros México, con capacidad para 40 mil personas, como parte de su gira internacional de presentación de su disco Soft Parade. El promotor de la idea había sido Mario Olmos, un decorador de interiores de 31 años que quería producir los conciertos.

Pero estos nunca se llevaron a cabo por razones que nadie conoció en realidad. Ni entonces ni después.

En su artículo, Hopkins menciona algunas, entre ellas, que los boletos eran muy caros, la gente no iba a poder pagarlos y Morrison quería un concierto masivo. Pero la explicación que mejor ha resistido el paso del tiempo es que el entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz prohibió las presentaciones por el antecedente de octubre del 68 y la fama “subversiva” de The Doors, según la opinión de los conservadores y oficialistas medios mexicanos de la época.

Hopkins afirma que la negativa presidencial estuvo disfrazada de bucracia porque nunca pudieron completarse las firmas para otorgar el permiso oficial a los organizadores del conciertos. Incluso escribe que Ernesto P. Urichurtu, entonces regente de la Ciudad de México (en aquellos días la capital no tenía gobierno propio y dependía del gobierno federal que designaba un regente para su administración), improvisó un viaje para no otorgar su firma.

Los conciertos tuvieron que reprogramarse primero y cancelarse después, cuando el Presidente Díaz Ordaz dejó en manos del regente la decisión. Según Hopkins, Uruchurtu nunca dijo que sí o que no.

Que el Presidente no quisiera a The Doors frente a un público masivo, no impidió que su hijo Alfredo Díaz Ordaz, el más joven y consentido, quien se decía rockero y músico, fumara marihuana con Jim Morrison en la residencia oficial de Los Pinos. Es una anécdota no comprobada que, sin embargo, ha acompañado la historia de la familia Díaz Ordaz desde entonces. Incluso hay quienes dicen que, a mitad de la “fiesta” y mientras estaban fumando mota Morrison y “Alfredito”, como lo llamaban, llegó su papá Presidente y los sorprendió. Según versión publicada por Fernando Rivera Calderón en su texto La noche que Jim Morrison conoció a Díaz Ordaz, el Presidente pidió una explicación a su hijo y después sacó de la casa a los rockeros. Alfredo falleció en 1993 y nunca confirmó ni rechazó la versión.

Como sea, durante los 5 días que Morrison y su banda estuvieron en México, el junior Alfredo Díaz Ordaz estuvo con ellos y hasta les sirvió de guía de turistas durante sus visitas a distintos lugares históricos, entre ellos la zona arqueológica de Teotihuacán, el mercado de La Lagunilla y la emblemática Plaza Garibaldi donde se reúnen los mariachis.

EL CONCIERTO QUE NO FUE Y LOS QUE SÍ FUERON

La cancelación de los conciertos de The Doors en la Plaza de Toros México abrió la puerta para que los hermanos Castro, que a su vez también tenían un grupo musical, los contrataran para su salón de conciertos Forum, donde ofrecieron 4 presentaciones, del 27 al 30 de junio, frente a un público completamente ajeno a la banda.

Olmos, quien originalmente proyectó los conciertos en México, le ofreció a Javier Castro el contrato por 5 mil pesos la noche y consiguieron a un amigo que les prestó 20 mil pesos para pagar a The Doors por adelantado. Cerrado su trato, publicaron un anuncio a plana completa en el diario vespertino Ultimas Noticias, de Excélsior, para promover la presentación de la banda.
The Doors no sabía sobre el cambio de planes, según narra Hopkins. Se enteraron cuando Olmos y javier Castro llegaron a su oficina con el diario en las manos. El periodista afirma que se pusieron furiosos. No obstante, aceptaron venir a México con la condición de que hubiera al menos un concierto en el Auditorio Nacional, uno de los escenarios más importantes de la capital. Tampoco ocurrió.

Hopkis se burla de los medios mexicanos que en la sala de espera del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, esperaron a Jim Morrison sin reconocerlo con barba. O de aquellos que confundieron a Dorothy, la esposa de Ray Manzarek, con Yoko Ono, la compañera de John Lennon. Un caos, en pocas palabras.
The Doors llegó a México precedido sólo de los conciertos de tres bandas: Animals con Eric Burdon a la cabeza, Byrds y Union Gap. De modo que la visita de Morrison y su banda levantó altas expectativas que sólo pudieron cumplir quienes tuvieron dinero suficiente para pagar el alto costo de la reservación en el lugar.

El Forum era un lugar caro, exclusivo, a donde la gente iba enfundada en trajes y vestidos de noche. “Los juniors”, los llamó Hopkins al describir al público que asistió a los conciertos. “Había sólo ñoños en la presentación”, recuerda Esteban, entonces un joven que tuvo que pagar todo el dinero de su renta para ver a sus ídolos.

“Estuve en el concierto del primer día, pagué 700 pesos de entonces por reservar con anticipación mi lugar, que incluía la cena”, dice. Pero el lugar sin duda no era el adecuado y a él por poco lo dejaban fuera por no llevar corbata. “Tuve que salir corriendo a comprar una”.

Con todo, recuerda que el concierto fue excelente. En esa primera fecha “Jim traía un paliacate mexicano al cuello y bebía cerveza”, recuerda. Incluso dio la bienvenida en español, como narran las crónicas de la época. “Buenas noches, señores y señoritas”, decía Morrison y la gente lo celebraba.

Cualquier cosa que hiciera, el público le aplaudiría.

LAS HUIDAS NOCTURNAS

Al final de los conciertos Morrison, Manzarek, Krieger y Densmore, acompañados de su equipo, huían hacia otros bares de la Ciudad de México. El Terraza Casino fue uno de ellos. Allí tocaba todas las noches el músico Javier Bátiz y su banda y allí llegaba Jim Morrison para escucharlo. “Eramos amigos, nos conocíamos desde 1967, en un lugar llamado Whiskey a Go-go, en Hollywood”, recuerda Bátiz desde Tijuana, su ciudad de origen y donde ahora vive.

No era extraño entonces que lo visitara en el Terraza Casino, donde Bátiz tocaba todas las noches de las 11:30 o 12 de la noche hasta las 5 de la mañana. “Morrison llegaba después de su show, a la 1 o 1:30 de la mañana, se iba caminando dos o tres cuadras, por todo Insurgentes –los dos lugares estaban en la misma avenida–, para verme tocar”, dice Bátiz. “El se ponía muy borrachito y yo tocaba”.

Para Bátiz la presencia de Morrison no significaba más que la visita de un amigo. “En ese tiempo todos éramos iguales, las super estrellas eran otras, y los músicos éramos músicos y nada más”. Por eso, dice, ser amigo de grandes artistas, de grandes y buenos músicos, no era cosa extraordinaria.

Bátiz recuerda aquellos conciertos, que se llenaron a reventar en aquel lugar elegante, con otra clase de gente que no era “la banda del rock and roll”. Pero fueron “un trancazo”, dice.

En el libro Rockstalgia, de Victor Blanco, hay un breve reseña de los conciertos de The Doors en México, donde se afirma que en alguna de las presentaciones Morrison salió a cantar tan borracho que alguien tuvo que sostenerlo. Pero con excepción de esa ocasión, sus presentaciones tuvieron calidad, aunque dice Morrison las odiaba y que se notaba su enfado.

Más enfadados estaba los medios, que no toleraban mucho la imagen de los músicos. Menos aquella barba de Jim Morrison y el cabello largo, en un país que prácticamente prohibió esas modas durante aquellos años post 68. Hopkis cuenta que en una reunión que tuvo la banda con el entonces dueño de Canal 13, Francisco Aguirre, el calificó de subversivas sus presentaciones, al ver el documental Feast of Friends.
De aquella visita de hace casi 50 años, Manzarek dijo en una entrevista con el periódico Milenio en 2009: “(…) las autoridades tenían miedo de que los jóvenes se reunieran en la plaza de toros, pensaban que iba a haber una revolución, pero la única revolución que los Doors podían generar era de amor, inteligencia y pasión”.

Ese año The Doors, sin Jim Morrison que murió dos años después de su visita a México, estaban en la capital del país para presentarse, ahora sí, en la Plaza México con lleno total. Frente al público, Manzarek dijo: “¡Al fin, ahora!, ¡Después de 40 años!, ¡Estamos felices, muy felices!, ¡Plaza de Toros, viva!”.

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