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MI SECUESTRO

\r\nPor: Germán Ramos González\r\n\r\nBoca abajo, con la cara ensangrentada, atado de pies y manos, mi cara tocaba el piso húmedo, helado, mi mejilla ya no se sentía, estaba entumecida. Los golpes de unas botas en mis costillas, hicieron que recobrara el conocimiento. No sabía en donde estaba ni cuánto tiempo había transcurrido desde que tres tipos me secuestraron cuando subía a mi auto al salir de un mercado en el centro comercial Los Árboles.\r\nMi mente estaba contrariada, los golpes me hicieron recordar, me gritaban muy fuerte y con palabras altisonantes, ¡despiértate cabrón, hijo de la chingada!, mientras uno me pateaba, otro me pegó en la espalda con lo que parecía era una arma de fuego, sentí como tronó mi columna por la fuerza del impacto, resistí, ya poco sentía el dolor, mis ojos estaban casi cerrados, la boca estaba sangrando y al menos dos piezas dentales no se encontraban ya en su lugar. No entendía por qué tanta saña, porqué me habían plagiado, yo no era rico, no tenía una empresa grande, más bien la panadería que manejaba, era producto del esfuerzo en conjunto con mis hermanos, ellos que finalmente se fueron de la ciudad y yo me quede con el negocio.\r\nMis hijas, dos, Isabel y Elvira, de 9 y 6 años, mi esposa Guadalupe. Pensé en ellas, como estarían de preocupadas, esperándome como todos los días, aunque ese sábado no pude regresar a casa. Ni siquiera sabía que día era, tal vez ya habían pasado dos días. Dos hombres me sujetaron de los brazos y me levantaron para sentarme en una silla, uno me aventó agua en el rostro. Ah cabrón, este no es, dijo uno, claro que si es pendejo, que no ves que esta todo hinchado como sapo, grito el otro, es el pinche panadero, vamos a sacarle hasta el último quinto que tiene.\r\nNo cabía duda en mi cabeza, que se trataba de un secuestro premeditado, días antes, había visto en repetidas ocasiones un auto negro, con vidrios polarizados estacionarse frente a la panadería, no hice mucho caso, ni lo comente con nadie, seguramente se trataba de los tipos de los que ahora soy víctima.\r\nTodos los días a las 4 de la mañana llegaba a mi panadería, encendía los hornos y la batidora de harina, iniciaba mi jornada, fabricaba virotes y pan dulce, para las 7 de la mañana ya estaba listo para abrir las puertas, en ocasiones mi esposa me ayudaba a atender el mostrados, las más de la veces yo mismo despachaba. Los lunes, miércoles y viernes, sin falta desde hacía 3 años, mi compadre Pancho, que en realidad se llama Francisco Javier Robledo García, venía al negocio a eso de las 6 de la tarde, se quedaba conmigo hasta el cierre, en ese lapso veíamos televisión, platicábamos de los acontecimientos políticos y los chismes de la ciudad, jugábamos cartas o ajedrez, mientras llegaba los clientes. Nunca había faltado, hasta el viernes un día antes de que me secuestraran. No me aviso nada, ni una llamada, me quede intrigado por su inasistencia.\r\nYo soy Servando López Rosales, llegue a estas tierras hace unos 12 años, la gente de Tecate me cautivo, la fama de que aquí se hace buen pan la conocía y pues a eso me dedicaría junto con mis hermanos, compramos algunas máquinas y rentamos un local, donde pusimos la panadería, con el tiempo adquirimos nuestro propio terreno y allí construimos un pequeño edificio, donde expendíamos el pan, ciertamente nuestros clientes eran muchos, con el tiempo me quede solo y seguí con el negocio, el cual como todos aquí tenía altibajos, pero daba para vivir y sostener a la familia.\r\nMis hijas iban a la primaria y el domingo cerraba temprano para llevarlas a pasear, nos queríamos mucho y poco a poco salíamos adelante….\r\nLos pensamientos y recuerdos fueron abruptamente interrumpidos por una bofetada, dame el número de tu vieja, le vamos hablar para que nos de 100 mil pesos. De donde los sacaría pensé, apenas teníamos en una cuenta bancaria unos 25 mil, el pago de las cuentas no permitían que juntáramos más. Si no entrega el dinero mañana, te olvidaras de este mundo, dijo otro. En pocos segundo todo se me vino encima, una nube de recuerdos, los rostros de mis hijas, el hecho de que yo manejaba todo, mi esposa poco se metía con el negocio, más bien ella estaba entregada al hogar y al cuidado de las niñas, seguramente no sabría cómo hacer las negociaciones con los delincuentes. Ya me estaba dando por muerto, nunca podría ella reunir esa cantidad. No teníamos a nadie más aquí, mis hermanos estaban en Estados Unidos muy lejos y la comunicación con ellos era casi nula, una sola vez habíamos hablado por teléfono desde que emigraron, ni mi esposa los conocía en persona.\r\nEl único que podría ayudarla sería mi compadre Pancho, ojala que se le ocurriera recurrir a él, era un gran amigo nuestro y había estado muy cercano a la familia. Espero que él ayude en estos momentos tan dramáticos.\r\nCon todo el dolor de mi corazón y tras varios golpes más, les di el número telefónico de mi casa. Tal vez de todos modos me matarían, pero la idea de no volver a ver a mis hijas me hacía recobrar fuerzas. No tenía sed, ni hambre, un hombre joven encapuchado se acercó a mí y me puso en la boca una taza de metal con agua, no bebí y me la aventó en la cara con desprecio intimidatorio a la vez que me asestó un puñetazo en el estomago.\r\nLas horas se me hacían eternas, finalmente mi cuerpo se canso y quede profundamente dormido, Nuevamente unos golpes me despertaron, ya estaba tirado de nuevo en el piso. Todo estaba muy oscuro, tenía comezón en mis mejillas y el cuello, sentía como sangre fresca corría por las capas de sangre seca que tenía. ¡Ya te chingaste, dice tú vieja que no tiene dinero!. Es la verdad les dije, no tenemos ese dinero. ¡Que venda los carros, la casa, lo que le dé su chingada gana, pero que nos entregue el dinero o no vivirás para contarlo!.\r\nCada frase retumbaba en mi cabeza, no sabía en qué condiciones se encontraba mi familia, si habían dado aviso a la policía o que era lo que estaba pasando en el exterior. No me tenían tapado de los ojos, podía ver entre mis ojos llorosos y mojados de sangre que estaba oscuro afuera, la habitación era pequeña, tenía una puerta verde y rechinaba cada que la abrían. El piso de cemento seguía húmedo, podía sentirlo.\r\n\r\nSEGUNDA PARTE\r\nPasaron más horas, miraba como entraba un tipo, luego otro, caminaban rápido, estaban desesperados. Uno grito, “dijo aquel cabrón que si tenía dinero y que esto sería fácil, ya se nos esta complicando”. A quien se referían, a poco uno de ellos me conocía.\r\nMi esposa había avisado a la policía, pero no movieron ni un dedo, estaban esperando que apareciera tirado en un barranco para ser parte de las estadísticas, solamente anotaron mi nombre en un papel, ya habían pasado 72 horas y una llamada confirmaba que todo era un secuestro y que los delincuentes exigían dinero para liberarme.\r\nVendió los dos carros y pidió un préstamo para acompletar lo que los plagiarios le pedían. Fue y aventó una bolsa de papel con el dinero al interior de un contenedor de basura en la colonia Aldrete, se alejó rápidamente de allí. Mi compadre Pancho la había llevado y una vez que dejaron los billetes ya no supieron nada durante horas, hasta que en la mañana siguiente un ancianito y su perro me encontraron tirado a las afueras de la ciudad, en un lugar despoblado. Avisó a unos vecinos y me llevaron al hospital al ver que estaba con vida.\r\nEn el nosocomio me desataron, cortaron mis ropas con unas tijeras, apenas alcanzaba a percibir lo que pasaba. Mi cuerpo estaba inmóvil, no podía siguiera estirar mis piernas, estaba muy mal de salud, así lo dijo un médico que me reviso. Me pusieron agujas en ambas manos y me cubrieron con sábanas y cobijas. Volví a dormir. Cuando desperté, les dije como me llamaba, en eso llegaron unos agentes de policía. Ellos se comunicaron con mi esposa, la que llegó en pocos minutos para darme un fuerte abrazo y llorar sobre mi pecho. Ambos lloramos. Metros atrás estaba mi compadre con cara desencajada de incredulidad. Alcance a verlo. Quise darle las gracias, pero ya había salido.\r\nEn dos días me dieron de alta, ya me habían llevado a mis hijas para verlas, llore como niño con ellas también, las acaricie, pensé que jamás las volvería a ver. Ellas me preguntaban que tenía en la cara. Estaba muy golpeado y no tenía dos dientes. El maltrato había hecho estragos en mí.\r\nCuando salí, nos dirigimos a la iglesia, fuimos a darle gracias a la Virgen de haber podido volver a ver a mi familia a quien tanto quiero y a preguntarle porqué a mí, porque había gente tan mala, que a parte del daño económico que causan, te dejan marcado para siempre, la afectación psicológica era evidente, tenía temor de que alguien se me acercara y caminaba volteando repetidamente para todos lados.\r\nApenas habíamos llegado a casa, cuando hizo presencia mi compadre, pocos minutos luego, llegaron unos policias investigadores. Me hicieron muchas preguntas, las que trate de contestar con la mayor precisión.\r\nMi panadería permanecía cerrada, no sabía si la volvería abrir.\r\nUnos días después, estaba descansando en la cama, cuando llegaron a mi domicilio un par de policias, me pedían que fuera a la agencia del Ministerio Público, al parecer ya habían detenido a unos de los secuestradores y querían que los fuera a identificar, pues ellos mismos habían hecho confesiones, claro, nunca les mire el rostro, siempre lo tuvieron cubierto con pasamontañas, pero tal vez el cuerpo, las voces. Si, tome valor y acompañe a los agentes.\r\nMi rostro volvió a endurecer, me puse amarillo, colorado, las manos me empezaron a sudar, mis ojos arrojaron lágrimas. A través de un vidrio, podía mirar a 4 tipos. Ellos no me miraban. Vaya sorpresa, uno de esos hombres era mi compadre Pancho. Casi desfallezco. Los hicieron que hablaran y dijeran las frases que yo les había dicho a los policias que me gritaban cuando estaba en el encierro.\r\nSi reconocí dos voces y sus cuerpos. Pero mi compadre. Él porqué estaba allí con los delincuentes. Un policía dijo, es suficiente, llévenlos a los separos. Me condujeron a una oficina y me pidieron que tenía que hacer la denuncia en contra de ellos, para que pudieran ser juzgados por los delitos cometidos.\r\nEntonces ya no aguante y les pregunte qué era lo que hacía allí mi compadre Pancho, que él había ayudado a mi esposa a entregar el dinero a los secuestradores y le brindo respaldo cuando yo estaba privado de mi libertad.\r\nUn agente me explicó que al detener a uno de los sujetos, ese fue quien reveló la identidad de sus cómplices y que mi compadre Pancho fue el que planeó todo el secuestro e indicó mis movimientos para facilitar el plagio, por lo que era el autor intelectual y el que se había quedado con la mayor cantidad de dinero que mi esposa había entregado.\r\nRememore y empece a ligar muchas cosas, para empezar mi compadre Pancho no había ido el viernes, un día antes de mi secuestro, días atrás lo notaba raro, me hacía muchas preguntas sobre mis estados financieros y cómo iba el negocio. También sabía que él tenía deudas grandes y no podía pagarlas, tal vez eso fue lo que hizo que planeara el secuestro.\r\nNo podía creerlo, como una persona en la que había depositado toda mi confianza, que entraba a mi casa y me acompañaba cada tercer día en el negocio hasta que cerraba, había sido capaz de tan terrible hecho, por poco me matan y él fue el autor de todo. Nuevamente llore, no podía concebir como es que hay gente tan mala, cómo pueden afectar tanto a una familia y pues yo logre salir con vida, pero se de casos en que los secuestrados mueren.\r\n\r\n \r\n\r\nFoto: Internet

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